El día comenzó mal, mal, re-mal. Y bueno, me hubieras dicho, un día soleado no anticipa que sera un buen día, ¡pero no!, hubiera dicho yo, refutando como de costumbre tus argumentos mientras mi dedo acusador se balanceaba de lado a lado apuntando al cielo. Pero no lo hiciste, de hecho, ni me hablaste (mas bien, yo no hable contigo), ni notaste la pesadez de mis palabras y el fastidio en mi voz. En fin, el día comenzó mal, mal, re-mal, porque me fije en mi... y te deje de lado.
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